sábado, 17 de abril de 2010

Tras líneas enemigas



Parecía el desembarco de Normandía. Nosotros corríamos contra ellos y ellos contra nosotros, dispuestos a arremeter con toda su furia, con toda su fuerza, con toda su humanidad. Fue difícil. Eramos iguales en número, pero sus fuerzas eran superiores y con mayor experiencia en el campo. Entre nuestras huestes se encontraban mi hermano, Ramones rosado - código de guerra -, Mijail, Ulises, Perseo (un reculta sin nombre) Jimmy, Blanco, yo y el soldado desconocido. K.I.A. Esa era nuestra compañia. No éramos la easy101 de Band of brothers, tampoco teníamos que rescatar al soldado Ryan. Solo teníamos que cruzar las líneas enemigas. Yo fui el primero en caer en combate. Por esquivar a los enemigos, como huecos de mortero, caí en un torpe intento de avance. No tuve lesiones de consideración, pero si unas ganas inmensas de gritar ¡Médico!. Teníamos que instalar, tras líneas enemigas, algo muy parecido a una bomba. Mas bien a una cabeza nuclear. Pero una sola vez no basta. Era menester atravesar todo el campo, sortear a los enemigos y celebrar cada víctoria momentanea. En cada incursión caíamos como aviones de papel lanzados en lluvia, como bombas sobre Londres, como los rusos en Starlingrand. Poco a poco nuestros cuerpos comenzaban a ceder ante el fragor de las batallas libradas, pero la guerra aún no había acabado. Nuestros enemigos parecían no pasar por lo mismo. En un inevitable ataque frontal, donde todos chocamos, un golpe enemigo pegó en mi cabeza haciendome caer al piso. Todo se apagó, se puso oscuro, sin sonido. Ahora necesitaba a mi médico más que nunca. No estaba cerca. Aunque me pude incorporar no volví a ser el mismo. Era difícil caminar, todo estaba borroso y mis compañeros ya habían iniciado el avance. Me tomó unos minutos recobrar el sentido y volver al campo de batalla. El sol avanzaba implacable, ahora nos empujaba, y calentaba nuestras espaldas, hacia la victoria. Todo se definió con un golpe de suerte. Estabamos a pocos metros de las líneas enemigas. A solo unos pasos. Cinco yardas. Nuestra formación era débil y sería nuestra última oportunidad. No estaban dispuestos a perder, a ceder un centímetro su territorio. Nosotros tampoco. 1, 2, 3, jaitch. Atacamos con toda nuestra fuerza, golpeamos, intentamos avanzar. Mijail toma la cabeza nuclear, mi hermano y Blanco caen primero, yo soy el siguiente. Ramones Rosado y Perseo abren un espacio para que Mijail atraviese las líneas enemigas. Todo estaba perdido para ellos. Celebramos al rededor del campo. El rival se retiró con una guerra perdida en la espalda.
Corríamos como William Wallace gritando libertad. Esa es otra guerra. Cada partido de fútbol americano me parece una guerra diferente. Blanco dijo: Ganamos el super tazón de mondongo. Vamos a almorzar son casi las tres de la tarde.

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