domingo, 30 de enero de 2011

The mushrooms



Son las 3:10am y tengo, por fin, algo sobre que escribir otra vez. Luego de una noche barranquina de blues, unas cervezas heladas como un verano inútil que se acaba todos los días y todos los cigarros atrasados cerca al mar, se vuelven todas las cursilerías enredadas y no dichas en un amanecer que de seguro no voy a ver, aunque quisiera. La laptop reproduce a regañadientes canciones en japonés que no entiendo y no quiero entender, para poder interpretarlas como me da la gana: hinai nina shireisu kini, no sé que mierda significa y puedo creer que habla sobre un amor imposible, sobre un pingüino llamado Green o una noche sin sentido de discoteca en la que un chico baila toda la noche con una desconocida para olvidar a su amor imposible llamado Green. Se me viene a la cabeza una definición de beso: ¿qué es un beso? es una promesa dicha de más cerca, es respirar dos con un solo corazón, un secreto que confunde el oído con la boca, bla bla bla... y es por esto señoras y señores que soy el eterno buena gente, que escribo en paredes lo que no me animo a decir ni siquiera entre dientes o con cuatro cervezas y un whiskey encima, porque ahora envio un sms atrevido de esperanzas, sin saber tal vez la respuesta. Acabo de recordar que he olvidado, o que estoy olvidando recordar, en tal caso - vaso - soy más feliz que antes. Espero, como siempre, no ahogarme en este vaso lleno de angustia, lleno de soledad que desespera, de incomodidad con el mundo, lleno de margaritas de mantel y aire que ha sido respirado por otros. También espero a mañana, con ansias, temblando, con miedo y miedo de verdad, por no saber que hacer, que hacer y que decir, que decir y que no decir, lo que sì sè es que no debo escribir las redundancias de siempre de los amateurs de siempre porque estoy en completo estado de sobriedad y no parece, y me caigo y me tropiezo con la mesita de la entrada. El blues me retumba en la cabeza, y dirigo al ritmo de unchain my heart de Ray Charles, que te querré hasta que la musica acabe, y como el silencio también es música, te querré eternamente. No sé a que viene, en realidad sí, pero estoy... estoy...
Avanzada la noche, tocan los mushrooms, el grupo de mi amigo el chino a los cuales por fin voy a escuchar, y aplaudir y, por supuesto, criticar sutílmente. Seis canciones con ensamble de saxo, trompeta y toda la rítmica necesaria, un acople insoportable y volumen suficiente para que no haya sido necesario salir a escucharlos. Muevo la cabeza y los pies al ritmo de la solitaria música mientras que todos en el bar bailan y se regocijan en la seguridad de la compañía. Y sigo esperando, con miedo por ver que es lo que sucederá al día siguiente, cuando pasen las horas. Y tengo sueño es algo acerca de lo que nadie quiere leer, ni escribir, porque siempre es demasiado el sueño de la espera, porque sigo esperando. Estoy...